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PAMPLONA

La  Muy noble, muy leal y muy heroica ciudad de Pamplona, la capital de la Comunidad Foral de Navarra, es una ciudad con una rica historia y un encanto especial. Fundada por los romanos en el siglo I a.C., recibió el nombre de Pompaelo en honor al general romano Pompeyo. A lo largo de los siglos, Pamplona ha sido testigo de la influencia de visigodos, musulmanes y francos, lo que ha dejado una huella profunda en su patrimonio cultural y arquitectónico.

En la Edad Media, Pamplona se convirtió en la capital del Reino de Navarra. Durante este período, la ciudad se dividió en tres burgos amurallados: Navarrería, San Cernin y San Nicolás. Estas divisiones internas llevaron a conflictos que culminaron con el Privilegio de la Unión en 1423, unificando los tres burgos bajo un solo gobierno.

Hoy en día, Pamplona es mundialmente conocida por los Sanfermines, una fiesta que se celebra cada julio y que incluye el famoso encierro de toros. Además, la ciudad es un importante punto de paso en el Camino de Santiago, atrayendo a peregrinos de todo el mundo. Con sus parques, jardines y una vibrante vida cultural, Pamplona ofrece una mezcla única de modernidad y tradición.

Entre los principales atractivos de Pamplona se encuentran la Catedral de Santa María la Real, con su impresionante claustro gótico; la Plaza del Castillo, el corazón de la ciudad; y el Parque de la Taconera, el más antiguo de Pamplona. También destacan el Museo de Navarra, la Ciudadela de Pamplona y la famosa Calle Estafeta, conocida por ser parte del recorrido del encierro y por sus bares y restaurantes y que conocemos a través de los vídeos                                        con los reportajes del Canal de YouTube.


Plaza Consistorial

Situada en el corazón del Casco Antiguo de Pamplona, la Plaza Consistorial constituye uno de los espacios urbanos más emblemáticos de la ciudad, tanto por su valor histórico como por su proyección cultural. Este reducido pero simbólico recinto, en forma de trapecio irregular, se encuentra en el punto de confluencia de las tres antiguas burgos medievales —Navarrería, San Cernin y San Nicolás— unificados en 1423 por el Privilegio de la Unión otorgado por el rey Carlos III el Noble. Precisamente, el solar de la plaza fue determinado entonces como sede del nuevo ayuntamiento común, símbolo de aquella pacificación.

El elemento más destacado de la plaza es la Casa Consistorial, construida originalmente en 1423 y reconstruida por completo en 1752 según proyecto del arquitecto José Zay y Lorda. Su estilo es fundamentalmente barroco con elementos rococó, destacando su elaborada fachada de piedra, articulada en tres cuerpos con columnas corintias y ricas decoraciones escultóricas. La parte superior está coronada por un frontón partido con un reloj flanqueado por figuras alegóricas y rematado con una campana. La fachada, que ha sido restaurada en varias ocasiones, conserva su disposición original del siglo XVIII y ha sido declarada Bien de Interés Cultural.

A pesar de sus dimensiones reducidas, la Plaza Consistorial goza de una gran notoriedad internacional por ser el lugar donde, cada 6 de julio a las 12 del mediodía, se lanza el chupinazo que da inicio a las mundialmente conocidas fiestas de San Fermín. Este acto convierte la plaza en el epicentro de una multitudinaria concentración de pamploneses y visitantes, reforzando su carácter simbólico como punto neurálgico de la vida festiva y municipal.

En su entorno inmediato confluyen calles tradicionales como la calle Mercaderes, que desemboca en la plaza tras su famoso giro del encierro, o la calle de San Saturnino, que conduce hasta la iglesia homónima. La estrechez del espacio no impide que la plaza sea escenario de actos oficiales, celebraciones populares y manifestaciones culturales, convirtiéndose en una síntesis perfecta entre el legado histórico y la vitalidad contemporánea de Pamplona.



Plaza del Castillo

La Plaza del Castillo, situada en el corazón del Casco Antiguo de Pamplona, es el espacio público más emblemático y representativo de la capital navarra. Con una superficie de casi 14.000 metros cuadrados y forma rectangular irregular, ha sido desde su origen el principal foro urbano, centro de la vida social, política y festiva de la ciudad. Su nombre hace referencia a una antigua fortaleza militar que se alzaba en su entorno durante la Edad Media, aunque no quedan restos visibles de ella.

El espacio comenzó a definirse como plaza mayor a partir del siglo XV, cuando se convirtió en punto de encuentro entre los tres antiguos burgos pamploneses (Navarrería, San Cernin y San Nicolás), y fue consolidándose progresivamente como lugar de mercado, celebraciones públicas y actos cívicos. A lo largo del siglo XVIII se llevó a cabo una importante reordenación del perímetro, con la construcción de edificios porticados y residencias nobiliarias que le confirieron un carácter más regular y monumental, siguiendo modelos de plazas mayores barrocas y preilustradas.

La plaza está rodeada por construcciones de distintas épocas, principalmente de los siglos XVIII al XX, que presentan fachadas uniformadas en altura y ritmo, con soportales en planta baja. Entre los edificios más notables se encuentran el antiguo Palacio del Gobernador Militar (hoy sede de la Biblioteca General de Navarra), el Casino Principal, y el Hotel La Perla, fundado en 1881 y célebre por haber alojado a Ernest Hemingway durante sus estancias pamplonesas. En el centro de la plaza se alza un Quiosco de música de planta circular, construido en 1943 en estilo clasicista, que refuerza su uso como espacio cívico.

La Plaza del Castillo ha sido históricamente escenario de eventos fundamentales en la vida urbana: proclamaciones reales, corridas de toros (hasta la construcción de la actual plaza en 1922), actos religiosos, mítines políticos, conciertos, ferias y celebraciones festivas. Durante las fiestas de San Fermín, es uno de los espacios principales de congregación, especialmente el 6 de julio con el popular chupinazo desde el cercano Ayuntamiento.

En la actualidad, sigue siendo punto de referencia para pamploneses y visitantes, con terrazas, cafeterías, comercios y un ambiente constante de actividad. El subsuelo de la plaza fue objeto de una intervención arqueológica a raíz de las obras del aparcamiento subterráneo en los años 2000, que permitió documentar importantes restos de la Pamplona romana y medieval, hoy conservados en parte.

Símbolo de la identidad urbana de Pamplona, la Plaza del Castillo ha sido declarada Bien de Interés Cultural como parte del conjunto histórico del Casco Antiguo, y representa un ejemplo destacado de espacio público consolidado, tanto por su valor patrimonial como por su continuo protagonismo en la vida de la ciudad.


Catedral de Santa María la Real

La Catedral Metropolitana de Santa María la Real se alza en el extremo noreste del Casco Antiguo de Pamplona, en el mismo solar que ocupó la acrópolis de la antigua ciudad romana de Pompaelo. Este templo es el principal edificio religioso de Navarra y sede de su arzobispado. Aunque su aspecto actual responde al gótico del siglo XV, su historia abarca más de mil años de transformaciones arquitectónicas, desde el románico hasta el neoclásico.


El edificio actual fue construido entre 1394 y 1501, tras el derribo de la anterior catedral románica, severamente dañada. Las obras fueron promovidas por los reyes de Navarra y por los obispos de la diócesis, y estuvieron a cargo de maestros como Enrique de Carreyn, Johan de Bargota y Juan de Urrutia. El resultado es una iglesia de planta basilical con tres naves, crucero, capillas laterales y cabecera poligonal, cubierta por bóvedas de crucería y articulada por esbeltos pilares fasciculados. El modelo constructivo responde al gótico francés, si bien incorpora elementos decorativos locales.


El exterior, sin embargo, está dominado por su fachada principal, de estilo neoclásico, diseñada en 1783 por el arquitecto Ventura Rodríguez. Esta portada monumental, compuesta como un templo clásico con columnas jónicas, frontón triangular y cuerpo superior con campanario, contrasta con la sobriedad gótica del resto del edificio y responde a un intento de modernizar la imagen de la catedral en el contexto ilustrado.


Uno de los espacios más valiosos del conjunto es el claustro gótico, considerado uno de los mejores del siglo XIV en la península ibérica. Fue construido entre 1280 y 1335 en estilo gótico radiante, y presenta tracerías caladas, arcos apuntados y abundante escultura funeraria. Desde él se accede a la sala capitular, la cillería, el refectorio y otros espacios canónicos.


En el interior destaca el retablo mayor, obra de Juan de Anchieta (siglo XVI), de estilo renacentista plateresco, presidido por una imagen gótica de Santa María la Real. Bajo el presbiterio se halla la cripta real, donde reposan los restos de Carlos III el Noble de Navarra y su esposa Leonor de Trastámara, enterrados en un monumental sepulcro de alabastro tallado por Jean de Lome en 1419, una de las obras funerarias más destacadas del gótico navarro.


Además de su función litúrgica, la catedral ha desempeñado un papel político y ceremonial fundamental como lugar de coronación de los monarcas navarros. Desde 1994 alberga el Museo Catedralicio Diocesano, que exhibe una valiosa colección de orfebrería, escultura y vestiduras litúrgicas, así como restos arqueológicos del subsuelo romano y medieval.


La Catedral de Pamplona, declarada Bien de Interés Cultural en 1868, es también punto final del recorrido del encierro de San Fermín y uno de los hitos monumentales más visitados de Navarra, tanto por su arquitectura como por su significado histórico y religioso. es neoclásica, obra de 1799 de Ventura Rodríguez.


Cuesta de Santo Domingo

La Cuesta de Santo Domingo es uno de los tramos más antiguos y emblemáticos del Casco Antiguo de Pamplona, situado entre el Mercado de Santo Domingo y la plaza Consistorial. Este estrecho y empinado vial, de pavimento empedrado y trazado irregular, desciende desde las proximidades del portal del mismo nombre —uno de los antiguos accesos de la muralla medieval— hasta el corazón urbano de la ciudad. Su denominación proviene del Convento de Santo Domingo, fundado en el siglo XIII, cuyos restos aún se conservan parcialmente en la zona alta de la cuesta.

El origen de este camino se remonta a la Edad Media, cuando comunicaba extramuros con los núcleos urbanos del burgo de San Cernin y de la Navarrería. A lo largo de los siglos, la Cuesta de Santo Domingo ha sido escenario de intensas actividades comerciales, dada su cercanía al mercado principal de la ciudad, así como de tránsito religioso, por su vinculación con rutas procesionales y peregrinas hacia la Catedral y otras iglesias históricas.

En la actualidad, la cuesta es especialmente conocida por ser el punto de inicio del Encierro de San Fermín, que comienza cada mañana del 7 al 14 de julio con el canto a la imagen de San Fermín ubicada en un pequeño nicho del muro oriental, junto al corral de los toros. Esta imagen, de reducido tamaño pero gran carga simbólica, recibe el cántico de los mozos antes de la apertura del portón y la suelta de los toros, lo que convierte el lugar en uno de los espacios más representativos de las fiestas.

Arquitectónicamente, la Cuesta de Santo Domingo conserva edificaciones de distintas épocas, algunas con soportales en la parte inferior, que testimonian su antiguo uso mercantil. El desnivel del terreno permite interesantes perspectivas tanto hacia el recinto amurallado como hacia el interior del casco urbano, siendo también paso habitual de visitas guiadas y recorridos culturales.

Más allá de su función práctica como conexión entre distintos niveles de la ciudad, esta vía constituye un eje histórico, simbólico y emocional para los pamploneses, al condensar siglos de tradición urbana, religiosa y festiva.


San Lorenzo

Situada en el extremo occidental del Casco Antiguo de Pamplona, la parroquia de San Lorenzo es uno de los templos más antiguos y con mayor continuidad devocional de la ciudad. Su origen se remonta al siglo XIII, cuando fue erigida para dar servicio religioso al burgo de San Cernin. El edificio actual es el resultado de múltiples reformas y reconstrucciones a lo largo de los siglos, especialmente tras su transformación radical en el siglo XIX, que le dio su fisonomía actual.

La iglesia presenta una compleja configuración arquitectónica, resultado de su evolución histórica. Del edificio medieval apenas quedan restos visibles, pues la parroquia fue objeto de una profunda reforma neoclásica a partir de 1805, promovida por el Ayuntamiento y ejecutada por el arquitecto municipal José de Nagusia. La actual fachada principal, de estilo neoclásico, fue concluida en 1810 y está organizada como un templo de planta basilical con pórtico de columnas toscanas, frontón triangular y cuerpo superior rematado por un campanario central. La sobriedad del diseño responde a los principios racionalistas de la época y contrasta con los elementos más antiguos conservados en el interior.

El templo posee una sola nave con capillas laterales comunicadas, crucero marcado y cabecera recta. En su interior se conserva una importante muestra del patrimonio barroco navarro, especialmente en los retablos y esculturas del siglo XVIII. Sin embargo, el espacio más relevante del conjunto es la Capilla de San Fermín, construida entre 1696 y 1717 por iniciativa de los jurados de la ciudad como espacio independiente dentro de la iglesia parroquial. Obra del arquitecto Santiago Raón, presenta planta de cruz griega cubierta por cúpula y se adorna con mármoles, estucos dorados y esculturas en madera policromada, siguiendo los cánones del barroco tardío.

La capilla, concebida como un santuario dentro del templo, está presidida por la imagen de San Fermín, patrón de Pamplona, una talla de vestir de autor anónimo del siglo XV, profundamente venerada por los fieles. La devoción al santo confiere al templo una relevancia religiosa y simbólica que trasciende su ámbito parroquial, albergando celebraciones de gran arraigo durante el mes de julio, así como actos litúrgicos vinculados a cofradías históricas.

El edificio se integra además en el conjunto de las murallas de la ciudad, estando adosado al antiguo Baluarte de San Lorenzo. Desde la plaza de Recoletas y el parque de la Taconera, se pueden observar sus contrafuertes posteriores y la discreta silueta de su cúpula, que asoma sobre los tejados del casco viejo pamplonés.


San Cernín

Situada en el corazón del Casco Antiguo de Pamplona, la Iglesia de San Saturnino —popularmente conocida como San Cernin, forma romance del nombre del santo patrón— constituye una de las parroquias más antiguas y representativas de la ciudad. Su origen se remonta al siglo XIII, cuando fue levantada para servir como centro religioso del burgo franco de San Cernin, uno de los tres núcleos que conformaban la Pamplona medieval antes de la unión promovida por Carlos III en 1423.

El templo fue edificado a partir de 1231 sobre una iglesia anterior, adoptando el estilo gótico en su forma más primitiva y severa, influida por modelos cistercienses. Su carácter era a la vez religioso y defensivo, como evidencia su robusta fábrica de piedra, las torres flanqueantes y el paso de ronda superior. La planta es de nave única con capillas laterales, crucero marcado y cabecera poligonal, todo ello cubierto con bóvedas de crucería.

Uno de los elementos más destacados del conjunto es su portada principal, ubicada a los pies del templo y enmarcada por un pórtico abovedado. La portada, realizada en el siglo XIII, presenta un tímpano con la imagen de San Saturnino consagrando la ciudad y un conjunto de arquivoltas con decoración vegetal y figuras humanas. A la izquierda se alza una de las torres gemelas originales, mientras que la otra fue reconstruida en el siglo XVIII. Estas torres tuvieron funciones militares y acogieron también campanas y relojes.

El interior alberga diversos retablos barrocos y neoclásicos, así como sepulcros góticos de notable interés. Sin embargo, destaca de manera especial la capilla de la Virgen del Camino, Patrona de la ciudad, situada en el lado del Evangelio, donde se conserva una talla gótica de la Virgen con el Niño, tradicionalmente asociada a la protección de Pamplona.

San Cernin ha jugado un papel central en la historia local, no solo por su importancia religiosa, sino también como símbolo identitario del burgo franco. A sus puertas se celebran actos tradicionales como la procesión del 29 de noviembre, festividad de San Saturnino, en la que se recuerda la leyenda de la cristianización de la ciudad por el obispo mártir de Toulouse. Además, por la calle que lleva su nombre pasa el encierro de San Fermín, lo que refuerza el vínculo entre el templo y la memoria viva de Pamplona.


Paseo de Pablo Sarasate

El Paseo de Pablo Sarasate, comúnmente denominado Paseo de Sarasate, es uno de los espacios urbanos más emblemáticos de Pamplona, situado en el límite entre el Casco Antiguo y el Primer Ensanche de la ciudad. Su trazado, de orientación este-oeste y unos 300 metros de longitud, sigue la antigua línea de la muralla que fue demolida a partir de 1905 para permitir la expansión urbana. El paseo fue urbanizado entre 1910 y 1920 como parte del proyecto de modernización de la ciudad tras el derribo del frente defensivo occidental, y debe su nombre al célebre violinista navarro Pablo Sarasate (1844-1908).

El diseño del paseo responde al modelo de salón urbano decimonónico, con doble alineación de plátanos de sombra, amplias aceras peatonales, zonas ajardinadas, bancos de fundición y farolas de hierro forjado. Desde su creación, ha sido un espacio de paseo, encuentro y celebración cívica para los pamploneses, además de albergar edificios institucionales y monumentos de relevancia.

En el centro del paseo se alza el Monumento a los Fueros, inaugurado en 1903, obra del escultor Manuel Martínez Hugué y del arquitecto Arturo Mélida. De estilo historicista ecléctico, el monumento conmemora los derechos forales de Navarra y está coronado por una alegoría de la Justicia portando los fueros navarros. A sus pies se representan figuras que simbolizan la historia y la identidad del antiguo Reino de Navarra. Este conjunto escultórico es uno de los más significativos de la ciudad y fue declarado Bien de Interés Cultural.

A ambos lados del paseo se ubican edificios de gran valor arquitectónico y funcional: al norte, el Palacio de la Diputación Foral de Navarra, de estilo neoclásico (1840-1850), con su característica columnata y escalinata, y, al sur, sedes bancarias, residencias señoriales de principios del siglo XX y el acceso a calles comerciales como la avenida de Carlos III o la calle Comedias. En uno de sus extremos se encuentra también el edificio del Archivo Real y General de Navarra, instalado en el antiguo Palacio de los Reyes de Navarra, reforzando el carácter histórico del entorno.

El Paseo de Sarasate continúa siendo un espacio central en la vida urbana pamplonesa: acoge ferias del libro y de artesanía, actos institucionales, conciertos al aire libre y celebraciones durante las fiestas de San Fermín. Su ubicación estratégica, entre el casco histórico y las áreas comerciales modernas, lo convierte en un punto de tránsito y encuentro constante para ciudadanos y visitantes.


Ciudadela de Pamplona

La Ciudadela de Pamplona, también conocida como Castillo Nuevo, es una impresionante fortificación renacentista construida entre los siglos XVI y XVII en Pamplona, la capital de la Comunidad Foral de Navarra. Esta estructura fue ordenada por el rey Felipe II en 1571 y diseñada por el ingeniero militar Giacomo Palearo, conocido como "el Fratín".

La ciudadela tiene una forma pentagonal con cinco baluartes, lo que permitía un control estratégico de todos los ángulos de ataque posibles. Originalmente, dos de estos baluartes estaban orientados hacia el interior de la ciudad para mantener el control sobre ella. En su interior, la ciudadela contaba con polvorines, cuarteles, almacenes, un horno y una capilla.

A lo largo de los siglos, la Ciudadela de Pamplona ha sido testigo de numerosos eventos históricos y ha sufrido varias modificaciones. En la actualidad, gran parte de la estructura se conserva y se utiliza como espacio verde y para actividades culturales. En 2012, la ciudadela recibió el premio de Patrimonio Cultural de la Unión Europea Europa Nostra en la categoría de "Conservación".


Revellín de los Reyes

El Revellín de los Reyes forma parte del sistema defensivo de Pamplona, una de las ciudades mejor fortificadas de la península ibérica durante la Edad Moderna. Este elemento específico se integra en el frente sur del recinto amurallado, frente a la Puerta de los Reyes, acceso principal al conjunto catedralicio desde el exterior de la ciudad. Su construcción tuvo lugar en el siglo XVI, en el contexto de la profunda transformación de las defensas medievales tras la incorporación del Reino de Navarra a la Corona de Castilla en 1512 y la consiguiente militarización del enclave pamplonés.

Los revellines —también llamados ravelines o revellines— son estructuras triangulares adelantadas respecto a las murallas principales, propias de la arquitectura militar renacentista de tipo abaluartado, concebidas para defender las puertas de acceso y romper el empuje directo de la artillería enemiga. El Revellín de los Reyes responde plenamente a esta tipología: se trata de un cuerpo en forma de cuña, aislado por un foso, con parapetos de piedra y caminos de ronda, desde donde se podía flanquear eficazmente la puerta y los muros cercanos.

El conjunto defensivo al que pertenece fue diseñado por ingenieros militares del Reino de Castilla, inspirados en modelos italianos y flamencos, y consolidado en las décadas centrales del siglo XVI. La Puerta de los Reyes, a la que protege, daba acceso directo desde el Camino Real al interior de la ciudad, en concreto a la Catedral y al Palacio Episcopal. El revellín, al interponerse entre el atacante y dicha entrada, actuaba como un obstáculo estratégico fundamental.

A pesar del paso de los siglos y las transformaciones urbanas, el Revellín de los Reyes ha llegado hasta nuestros días en un buen estado de conservación, integrado dentro del recinto amurallado de Pamplona, declarado Bien de Interés Cultural desde 1938. En la actualidad, forma parte del itinerario turístico y cultural que recorre las fortificaciones de la ciudad, junto al Baluarte del Redín, el Portal de Francia, el Fortín de San Bartolomé y la Ciudadela.

Su valor no reside únicamente en su función militar histórica, sino también en su integración paisajística: desde su plataforma se obtienen excelentes vistas del monte San Cristóbal, los barrios periféricos y la cuenca de Pamplona. Restaurado y habilitado para el paseo, constituye un testimonio material de la ingeniería defensiva del Renacimiento y del carácter estratégico que tuvo la ciudad durante siglos.


Jardines de la Taconera

Los Jardines de la Taconera se encuentran en el límite occidental del Casco Antiguo de Pamplona, capital de la Comunidad Foral de Navarra. Considerado el parque municipal más antiguo de la ciudad, este recinto ajardinado, de inspiración romántica y aspecto señorial, se extiende junto al Baluarte de la Taconera, integrado en el recinto amurallado de origen medieval y renacentista que protegía la ciudad hasta el siglo XIX.

La historia del parque se remonta a 1830, cuando el Ayuntamiento decidió urbanizar los terrenos adyacentes a la antigua Puerta de la Taconera, junto a las murallas, con el objetivo de crear un paseo público para los ciudadanos. Con posterioridad, a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX, los jardines fueron ampliados y reformados siguiendo los modelos paisajistas franceses, especialmente en su disposición de caminos curvilíneos, bancos ornamentales, estatuaria y arbolado de sombra. El parque actual ocupa una superficie de unos 90.000 m² y está declarado como Bien Inventariado del Patrimonio Cultural de Navarra.

El recinto destaca por su diseño clásico y por la abundancia de vegetación: plátanos de sombra, tilos, magnolios, hayas y castaños se combinan con amplias praderas, parterres de temporada y setos recortados. Entre los elementos más singulares se encuentra el foso zoológico, creado en el siglo XX en el antiguo foso defensivo, donde conviven ciervos, pavos reales, patos, cisnes, cabras y jabalíes, visibles desde el nivel superior del jardín. Este curioso espacio es uno de los más entrañables y visitados por familias y paseantes.

El parque alberga también diversas esculturas y monumentos, entre ellos el monumento a Julián Gayarre, tenor navarro de fama internacional, obra del escultor Fructuoso Orduna (1950), y la Puerta de la Taconera, antiguo acceso a la ciudad fortificada, construida en 1689 y considerada una de las más bellas muestras de arquitectura militar barroca en Navarra. Desde sus miradores, especialmente desde la zona conocida como el “Rincón del Caballo Blanco”, se obtienen espléndidas vistas hacia los montes del noroeste navarro.

Además de su función paisajística, los Jardines de la Taconera cumplen un papel esencial en la vida cultural y social de Pamplona, acogiendo conciertos, eventos infantiles y actividades al aire libre, y sirviendo de tránsito entre el centro histórico y zonas como la Ciudadela, el parque de Antoniutti o el campus universitario.


Parque Yamaguchi

El Parque Yamaguchi, situado en el barrio homónimo al oeste del centro histórico de Pamplona, es un jardín público de inspiración japonesa que conmemora el hermanamiento entre la capital navarra y la ciudad nipona de Yamaguchi, formalizado en 1980. Inaugurado en 1997, este espacio constituye uno de los ejemplos más destacados de jardín japonés en España, tanto por su concepción paisajística como por el simbolismo que encierra en su trazado.

El diseño del parque fue elaborado por los paisajistas japoneses Hiroya Tanaka y Shoji Nakahara, en colaboración con técnicos municipales pamploneses. Su superficie supera los 85.000 metros cuadrados y reproduce con fidelidad los elementos esenciales de la jardinería tradicional japonesa, concebida como una representación armónica de la naturaleza en miniatura. En su interior se combinan caminos de grava, lagos artificiales, cascadas, islas, puentes de madera, piedras ornamentales y una cuidada selección de especies vegetales propias del Japón, entre las que destacan arces, pinos, bambúes, cerezos y ginkgos.

El parque se articula en torno a un estanque central con forma de abanico, símbolo de apertura y prosperidad, en el que se reflejan los árboles y los pequeños puentes curvos que lo cruzan. Las composiciones de rocas (conocidas como ishigumi) se disponen de manera asimétrica, siguiendo principios estéticos del wabi-sabi, y se intercalan con zonas de pradera, bosquetes y senderos que invitan al paseo meditativo. El recorrido está concebido para ofrecer una secuencia cambiante de perspectivas, con especial atención al ritmo de las estaciones y a la transformación del paisaje.

Además del jardín japonés, el parque incluye otras zonas complementarias de uso recreativo y cultural. En uno de sus extremos se encuentra el Planetario de Pamplona, inaugurado en 1993 como centro de divulgación científica y punto de referencia en la astronomía educativa de Navarra. También cuenta con zonas infantiles, áreas de descanso, esculturas contemporáneas y espacios de sombra que refuerzan su carácter de parque urbano multifuncional.

El Parque Yamaguchi representa un ejemplo singular de integración de la jardinería japonesa en el contexto europeo, y es fruto de una relación institucional y cultural que se ha mantenido viva desde hace décadas. Su valor no es solo estético o paisajístico, sino también simbólico: expresa la voluntad de diálogo entre culturas y la incorporación de formas de belleza ajenas a la tradición occidental, en un entorno que ha sabido hacerlas propias.

Convertido en uno de los espacios verdes más visitados y apreciados de Pamplona, el parque es también lugar habitual para actividades culturales, sesiones fotográficas y celebraciones de la primavera, como la floración del cerezo (sakura), que atrae cada año a numerosos visitantes.


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