Pedroso de Acim, enclavada en el extremo septentrional de la provincia de Cáceres, dentro del ámbito geográfico conocido como Tierra de Granadilla, en una zona de transición entre las estribaciones de la sierra de Gata y la llanura de la Alta Extremadura. Su término municipal limita con los de Acehúche, Portezuelo y Cañaveral, y presenta un relieve suavemente ondulado, salpicado de dehesas, olivares y zonas de matorral mediterráneo.
Los orígenes históricos de Pedroso de Acim se remontan a la repoblación bajomedieval, llevada a cabo por el Reino de León tras la reconquista de la zona a los musulmanes, probablemente en torno a los siglos XII o XIII. Aunque no se conserva documentación específica de su fundación, su inclusión en el alfoz de Granadilla y su posterior vinculación al señorío de los condes de Alba de Liste reflejan una evolución típica de los núcleos rurales de Extremadura durante la Edad Media. Su denominación parece derivar del término “pedroso”, alusivo a la naturaleza pedregosa del terreno, y del añadido “de Acim”, que algunos autores relacionan con un posible apellido judío o con una antigua aceña (molino de agua) en el cercano arroyo Pedroso.
El casco urbano conserva la estructura irregular característica de los pequeños pueblos de repoblación, con calles estrechas y casas de mampostería encalada, muchas de ellas con portadas de granito labrado.
Entre sus edificios más notables destaca la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, obra sencilla de origen tardogótico con reformas posteriores, construida entre los siglos XV y XVI. Presenta una sola nave con cabecera recta, cubierta con bóveda de crucería, y una espadaña de ladrillo que se levanta sobre el hastial occidental. En su interior se conservan algunos retablos barrocos de interés popular.
A escasos kilómetros del núcleo urbano se encuentra uno de los principales hitos patrimoniales del término: el Convento del Palancar, fundado en 1557 por San Pedro de Alcántara. Considerado el convento más pequeño del mundo, fue erigido por los frailes franciscanos observantes en un paraje de notable belleza natural, como ejemplo extremo de pobreza y recogimiento. El edificio, de reducidas dimensiones, conserva la celda original del santo, apenas mayor que un armario, y sigue siendo hoy lugar de peregrinación y retiro espiritual. Ha sido declarado Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento.
Pedroso de Acim mantiene una economía centrada en la agricultura de secano, la ganadería extensiva y el aprovechamiento de recursos forestales. En los últimos años ha experimentado un incipiente desarrollo turístico ligado al valor paisajístico de su entorno y al patrimonio histórico-religioso que representa el convento de El Palancar. A pesar de la pérdida de población sufrida desde mediados del siglo XX, la localidad conserva viva una rica tradición cultural, vinculada a las festividades patronales y a la religiosidad popular, que refuerzan su identidad como parte del mundo rural extremeño que recorremos con el vídeo del Canal de YouTube.
Convento de El Palancar
En el término municipal de Pedroso de Acim, en la comarca de Tierra de Granadilla (provincia de Cáceres, Extremadura), se encuentra el Convento de El Palancar, oficialmente denominado Convento de la Purísima Concepción, y más conocido como El Conventín, fundado en 1557 por San Pedro de Alcántara.
Este pequeño conjunto religioso, enclavado en un paraje aislado entre bosques y peñascos, constituye una de las expresiones más radicales del ideal franciscano de pobreza y retiro espiritual en la España del siglo XVI. Es considerado el convento más pequeño del mundo y fue declarado Bien de Interés Cultural en 1980.
El convento fue erigido por iniciativa del propio San Pedro de Alcántara, insigne reformador de la orden franciscana y figura clave del ascetismo contrarreformista, como parte de su proyecto de retorno a la observancia más estricta de la Regla de San Francisco. En este paraje retirado, el santo construyó con sus propias manos las primeras estancias, utilizando materiales humildes y aprovechando los elementos del entorno. La fundación fue favorecida por la noble Leonor de Osorio, condesa de Palma, quien cedió el terreno para la instalación de la comunidad.
La arquitectura original del convento es de una extrema sencillez, acorde con el voto de pobreza de sus fundadores. El núcleo primitivo está formado por un pequeño oratorio, una celda de escasísimo tamaño donde vivía el santo —de apenas dos metros de largo por uno de ancho—, un diminuto refectorio y una reducida estancia comunitaria. Todo el conjunto se levanta en mampostería irregular y cubiertas de teja árabe, sin ornamentación exterior ni elementos decorativos. Posteriormente, en los siglos XVII y XVIII, se añadieron algunas dependencias auxiliares, incluida una pequeña iglesia con espadaña, un claustro mínimo y espacios de hospedaje.
A pesar de sus dimensiones, El Palancar posee un profundo valor simbólico dentro de la espiritualidad española del Siglo de Oro. Aquí escribió San Pedro de Alcántara parte de sus obras ascéticas y desde aquí mantuvo correspondencia con Santa Teresa de Jesús, a quien sirvió como consejero espiritual. La propia Teresa reconocería en sus escritos la santidad y austeridad extremas del fundador, aludiendo a su vida como “más celestial que humana”.
En la actualidad, el convento está habitado por una pequeña comunidad franciscana que mantiene vivo el espíritu de recogimiento y oración. El conjunto ha sido cuidadosamente restaurado para garantizar su conservación, respetando al máximo la configuración original. Su visita permite una comprensión directa de las condiciones en las que vivieron los primeros frailes descalzos y del rigor extremo que caracterizó la reforma franciscana impulsada por San Pedro de Alcántara.
Situado en un entorno natural de gran serenidad, entre encinares y afloramientos graníticos, el Convento de El Palancar se erige como uno de los lugares más representativos del misticismo cristiano en Extremadura. Su humildad arquitectónica y su valor histórico lo convierten en un testimonio excepcional del monacato eremítico del siglo XVI, conservado con notable autenticidad hasta nuestros días.
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